Aceptemos la locura
de este mundo
de marionetas.
Todavía recuerdo
tu ansiedad gatuna,
tus ojos abiertos,
y mas aún
la macabra intensidad
de tus palabras,
esas palabras
que asesinaron mi alma.
Tus brazos se quebraban
ccomo ramas,
mientras mi ser
sangraba a borbotones.
Alimente tu delirio a gritos,
para taparte
en gruesas capas de duda,
y al establecer la confusion
termine
con tu atractivo anonimato.
Y así es,
cada uno de nosotros
ama la muerte,
tan corriente
como una hoja de papel.
Nix